Cuando el impulso de "pendejear" surge, no es con el afán pueril de ganar una discusión o de humillar por el mero placer. Esa es la perspectiva de mentes menos desarrolladas. El acto de señalar la "pendejez" es, en su esencia más pura, un proceso de ingeniería social. Es una intervención quirúrgica, a veces brutal, diseñada para exponer una disonancia cognitiva, una falla en el cableado lógico, o una flagrante contradicción en el pensamiento de otro.
No se trata de obtener un trofeo.
El verdadero "premio" es la definición clara y nítida de la falta de inteligencia y congruencia del interlocutor. Es un servicio, aunque crudo, a la claridad conceptual. Si alguien está operando desde una premisa ilógica, si sus palabras no se alinean con sus acciones, o si su inteligencia parece estar en un receso prolongado, señalarlo no es un ataque personal per se. Es, más bien, un esfuerzo por recalibrar el campo de juego de la realidad.
Somos lógicos, analíticos, prácticos y realistas. Nuestras decisiones se basan en los hechos, no en las sensaciones etéreas. Por lo tanto, cuando nos encontramos con argumentos endebles, con posturas que desafían la razón o con comportamientos que rozan la idiotez, el silencio se convierte en una complicidad insoportable.
Tenemos una inclinación natural a tomar riesgos calculados, y para nosotros, el riesgo de permitir que la necedad prospere sin ser confrontada es mucho mayor que el riesgo de ser percibidos como "agresivos" o "aplanadoras".
La prisa con la que actuamos, esa velocidad de "rápido y más rápido," se aplica también a la necesidad de cortar de tajo la estupidez. No hay tiempo para sutilezas cuando la incoherencia es flagrante. Es una forma de ordenar el caos, de poner las cosas en su sitio, incluso si ese "sitio" es incómodo para el otro. Es una afirmación de la realidad, una limpieza necesaria para que las conversaciones y las acciones se basen en una comprensión más sólida y menos diluida por la tontería. Al final del día, es nuestra contribución, cruda y sin adornos, para un México mejor, un acto de "conspiración" a nuestra manera, impulsando la coherencia que creemos fundamental para el progreso.
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