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sábado, 26 de julio de 2025

Diferencias entre principios y valores

 La distinción entre principios y valores es crucial, y me parece fundamental clarificarla, especialmente cuando hablamos del ámbito público y político. Los valores son, en esencia, personales e intransferibles. Son esa brújula interna que guía nuestro comportamiento individual, nuestras decisiones más íntimas y cómo interpretamos el mundo a nuestro alrededor. Los valores son moldeados por nuestra historia, nuestras experiencias, nuestras creencias. Son lo que nos impulsa a actuar de cierta manera cuando nadie más nos ve, o a elegir un camino sobre otro en nuestra vida privada. Por ejemplo, si valoras la honestidad, es probable que no mientas ni siquiera en situaciones donde podrías beneficiarte. Es una elección personal, arraigada en el ser.

Por otro lado, los principios son de una naturaleza distinta y, a mi entender, superior en el contexto de la interacción colectiva. Los principios son normas o verdades fundamentales que rigen las relaciones entre individuos y, más importante aún, entre colectividades. Son reglas de operación que, si se aplican consistentemente, promueven la equidad, la justicia y la funcionalidad. No son subjetivos; son objetivables y verificables en su aplicación. Pensemos en principios como la transparencia, la rendición de cuentas, la legalidad, la subsidiariedad o la cooperación. Estos no son sentimientos o preferencias; son bases sobre las cuales se construyen sistemas justos y eficientes. Un principio no es algo que "valoramos" como individuos; es algo que reconocemos como una regla fundamental para el funcionamiento armónico de cualquier estructura social o política.

La diferencia es abismal. Si una organización política se basa en "valores", ¿en los valores de quién? Los valores de un individuo pueden ser el amor por la familia, la pasión por el arte o la devoción religiosa. Estos son legítimos y poderosos para la persona, pero no pueden ni deben ser la base de la gobernanza pública. Un partido político que dice basarse en "valores familiares" podría derivar fácilmente en una imposición moralista que atropelle la libertad individual de quienes no comparten esa visión. Un partido que se rige por la "caridad" podría ser bienintencionado, pero ineficiente y paternalista, desviándose de la verdadera justicia distributiva que un principio de equidad buscaría establecer.

Los principios, en cambio, ofrecen un terreno común, un marco de referencia que trasciende las particularidades individuales. La transparencia es un principio: todos podemos estar de acuerdo en que la información pública debe ser accesible y clara. La rendición de cuentas es un principio: aquellos que detentan el poder deben ser responsables de sus actos ante los ciudadanos. Estos principios no dependen de una fe, una tradición o una preferencia personal; son fundamentos lógicos y pragmáticos para el buen gobierno. Establecen límites, definen responsabilidades y crean un campo de juego nivelado donde la acción política puede ser predecible, justa y, crucialmente, evaluable.

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