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viernes, 26 de septiembre de 2025
El Estado de Derecho: Por Qué al Gobierno No se le Negocia, se le Demanda
Introducción: El Mandato Innegociable
El gobierno, en cualquier democracia, no es un socio comercial ni una contraparte para la negociación. Es un administrador fiduciario de los recursos públicos y un garante de la ley. La confusión de roles, donde el ciudadano pide un favor en lugar de reclamar un derecho, debilita la institucionalidad. La premisa fundamental es clara: el Estado tiene un mandato constitucional para proveer seguridad, justicia e infraestructura, y para proteger los derechos individuales. Este mandato es la base del contrato social y es, por definición, innegociable.
Negociación vs. Exigencia: La Diferencia Jurídica
Cuando un ciudadano "negocia" con la autoridad, se coloca en una posición de inferioridad, buscando una excepción o un beneficio particular. Esta dinámica abre la puerta a la corrupción y a la captura del Estado, ya que premia al grupo de interés que más presiona a expensas del interés general.
La exigencia, en cambio, es el lenguaje del ciudadano soberano. Significa demandar el cumplimiento irrestricto de la ley y de las funciones esenciales del gobierno, basando la petición en los hechos y en el marco legal. El ciudadano paga impuestos por un servicio que debe ser prestado de forma universal e imparcial; no está pagando por una oportunidad de negociación.
El Riesgo de la Imparcialidad Rota
El rol del Estado es ser un árbitro imparcial, encargado de establecer y defender las reglas del juego. Cuando un gobierno negocia con grupos que buscan prebendas o exenciones fiscales injustas, rompe esta imparcialidad. Se envía un mensaje peligroso: la ley es flexible para quien tiene influencia, no una norma universal de conducta.
Por lo tanto, la clave para un Estado de derecho fuerte no reside en la habilidad para negociar concesiones, sino en la voluntad para exigir el cumplimiento del deber y la rendición de cuentas basadas en el marco legal vigente.
Conclusión: El Deber del Administrador
El gobierno tiene el deber; el ciudadano tiene el derecho. Es un acto de dignidad cívica rechazar la negociación de los derechos fundamentales y, en su lugar, asumir una postura decisiva y persistente de exigencia. El único intercambio aceptable es el cumplimiento total, transparente y sin condiciones de su mandato constitucional.
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